La participación de las mujeres en la actividad y compromiso políticos se manifiesta de múltiples y diversas formas: Organizando en sus residencias reuniones y tertulias donde se discutían las nuevas ideas políticas y se planeaban las acciones emancipadoras; la actuación como espías valiéndose de su supuesta «debilidad» y «apatía política»; la organización de redes de información en las que actuaban como correos proporcionando información muy valiosa a los ejércitos patriotas; la organización de protestas; la propagación de las ideas patriotas y persuasión entre los ejércitos realistas; la redacción de idearios y manifiestos; la donación de dinero y joyas para la causa independentista; el refugio de los insurgentes; el transporte de alimentos, ropas y material bélico; la reparación de armas; el sustento familiar; la presencia en los campamentos (troperas, rabonas, guareñas, soldaderas) acompañando a las tropas, preparando los avituallamientos, cocinando, atendiendo a los heridos, enterrando a los muertos, portando las armas; la lucha como miembros de las guerrillas patriotas o como soldados en los campos de batalla, algunas vestidas de hombre para ser aceptadas en el combate, otras ejerciendo su condición de mujeres guerreras, en ocasiones desempeñando rangos militares y actuando como estrategas.
Las mujeres más destacadas de estos últimos años debido a su participación en la lucha por la independencia fueron:
En 1810, la primera expedición por la independencia partió, desde Buenos Aires, hacia el Alto Perú, entre las filas de hombres iba una mujer liberta, de origen africano, que acompañaba a su marido y a sus dos hijos. Se llamaba María Remedios Del Valle. Por su inigualable contribución a los ideales de libertad el general Gregorio Aráoz de Lamadrid no dudó en decir que esta mujer merecía ser nombrada como "la Madre de La Patria". María luchó en las batallas más resonantes por la independencia, combatió en Huaqui, estuvo junto a Belgrano -quien la nombró capitana- en los triunfos de Tucumán y Salta y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
Con una madre descendiente de conquistadores y un padre funcionario de la Corona española, Macacha, como le decían, hermana del conocido caudillo Martín Miguel de Güemes, formaba parte del exclusivo círculo de la élite salteña. Juntos se involucraron en la gesta de la independencia. Los "infernales" de Güemes eran el ejército de gauchos que los hermanos organizaron y sumaron a la causa.
María se convirtió en una experta espía: con otras mujeres coordinaban arriesgadas misiones de inteligencia. Es sabido que escondían en sus vestidos mensajes con información sobre los realistas que hacían llegar al ejército.
En 1816, ante el conflicto entre José Rondeau y Martín de Güemes que estaban a punto de enfrentarse, Macacha actuó como mediadora. A raíz de la conciliación se firmó la "Paz de los Cerrillos", en el que se estableció que Salta seguiría con sus métodos de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y brindaría auxilio a las tropas enviadas desde Buenos Aires.
Macacha adhirió al partido federal, y sigue participando de la política hasta el día de hoy.
La historia de Juana demuestra el importante, y activo, rol de las mujeres en el proceso por la independencia. Continuando con sus actos heroicos, luchó en la dura derrota de Huaqui (1811), y después de este combate fue prisionera de guerra junto a sus hijos, luego rescatados por su esposo. La casa, bienes y tierras de los Padilla fueron confiscados por los realistas. Luego siguió combatiendo bajo las órdenes de Belgrano. Juana organizó el "Batallón de Leales" con el que participó en la derrota de Ayohuma.
Tal fue el papel preponderante de esta guerrera que Belgrano, en reconocimiento a su lucha incansable, le entregó su sable, luego del triunfo en el combate del Villar (1816). El gobierno de Buenos Aires, a instancias de Belgrano, la asciende a teniente coronela, la única mujer que recibió este honor por parte del Ejército Argentino.
No todas las mujeres destacadas de esta época lucharon en los campos de batalla. María Josefa Sánchez ejerció su influencia desde la comodidad aristocrática de su casa
También es recordada por ser la gran anfitriona de las tertulias de la alta sociedad porteña en su casa. En sus residencias se discutían los asuntos políticos más importantes. Pasaron por allí los hombres que tomaban decisiones políticas fundamentales acerca del futuro de la Patria.
Cuando Mariquita tenía apenas 14 años, su padre -que había "arreglado" el futuro matrimonial de la niña- organizó la fiesta de compromiso para anunciar el casamiento de su hija con Diego del Arco, quien tenía alrededor de 50 años de edad. Mariquita, en un acto de rebeldía le dijo a sus padres que no se casaría porque estaba enamorada de su primo segundo Martín Thompson. Este hecho impactó socialmente en 1801 en Buenos Aires.
Con las cosas como estaban, sus padres recluyeron a Margarita en La Santa Casa de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, un lugar de meditación e introspección, y donde muchos padres o maridos envian a las mujeres "desobedientes" a reflexionar. Cuando Mariquita, luego del retiro, volvió a su casa. Ante la negativa de sus padres de otorgar el consentimiento para su matrimonio con Thompson, inició un juicio por disenso ante el Virrey Sobremonte. El trámite llevó cerca de un año, finalmente el virrey le otorgó el permiso para su casamiento.
A lo largo de su vida se relacionó con hombres notables como Juan Martín de Pueyrredón, Nicolás Rodríguez Peña, Carlos María de Alvear. Fue partidaria de la independencia, con una vida política activa que la llevó también, a ser amiga de Rivadavia. Su libertad de pensamiento le permitia declararse federal.